Los problemas del activismo antiespecista: un análisis latinoamericano contra el colonialismo y a favor de las activistas[1]
Por Poli Sotomayor[2]
Especismo y animalidad: un análisis complejo
Hablar de activismo, sin lugar a dudas, presenta una conversación compleja, particularmente cuando entendemos a lxs[3] sujetxs políticxs de la lucha separadxs de lxs activistas, como lo es en el caso (no exclusivo) de la lucha antiespecista, dado que lxs depositarixs de los beneficios de la lucha son lxs demás animales y no lxs humanxs luchando. Si bien esto presenta una complejidad en cuanto a la comprensión de las necesidades ajenas, también lo hace en un sentido narrativo, es decir, ¿qué elegimos decir sobre lxs otrxs? ¿les quitamos toda agencia política al nombrarlxs como “sin voz”? ¿nos adjudicamos su lucha y discurso al nombrarnos “su voz”? o ¿ejercitamos la traducción en un intento por representar sus intereses más allá del antropocentrismo? Personalmente, me decanto por la última opción, a pesar de las dificultades que conlleva en un planeta rapazmente dominado por la humanidad.
Sin embargo, hay una complejidad más que deviene del hecho de que lxs activistas no somos lxs sujetxs políticxs del veganismo y es aquella que refiere a las necesidades, luchas y dificultades propias de lxs activistas luchando por los derechos de lxs animales no humanxs. Algo que muchas veces es desestimado por un juicio simplista que elige excluir todo lo que se considera fuera de la categoría “animal” del alcance del antiespecismo. Veo tres problemas centrales en esto:
El primero es la incapacidad de comprender la naturaleza animal de lxs humanxs, como si fuéramos un ente completamente aparte, con necesidades y capacidades distintas a las de cualquier otrx animal. Separarnos de la categoría “animal” presenta una falacia mayor al suponer que nuestra capacidad de empatizar, de sufrir, de encontrar soluciones o el deseo de sobrevivir no son instintos e inteligencias animales, lo cual son. La razón por la que pensamos y sentimos es porque somos animales, no porque somos humanxs, eso último es sólo el nombre común de nuestra especie.
Cuando separamos a la humanidad de lxs demás animales cancelamos la comprensión compleja de la animalidad y eso deja al descubierto un modo antropocentrista de entender al mundo y al problema del especismo. Y bueno, el especismo es algo que, invariablemente, cualquier defensorx de animales debe evitar, dado que es el sistema de creencias opresivas que justifican la violencia sobre otras especies animales y que justifican el trato diferenciado entre especies (por ejemplo: querer ayudar y sacar de la difícil vida callejera a lxs perrxs, pero comerse a lxs cerdxs; o amar a lxs gatxs, pero detestar a las cucarachas; o amar ver a las aves silvestres, pero robarles la libertad a lxs pericxs para tenerles en jaulas dentro de hogares humanos y mascotizarlxs).
En consecuencia, si se cree que otrxs animales no piensan, no hablan, no tienen cultura política o no pueden defenderse, se está siendo especista también, tanto como si se piensa que el sufrimiento humano no es un sufrimiento válido o común por ser animales; y es que nuestro sufrimiento humano no debería estar ni por encima ni por debajo del sufrimiento animal, entendiendo que somos animales, que el sentir es una cualidad animal (no una cualidad humana) y que las causas de la opresión animal y humana son las mismas, así como nuestrxs opresores son lxs mismxs también.
Cuando se piensa distintivamente (como cuando algunxs activistas por los derechos de lxs animales dicen que sufre más la vaca en la granja que unx humanx tratando de sobrevivir al estrés post traumático o sólo de llegar a fin de mes, o cuando se exige silenciar las causas humanas), se descoloca a la humanidad del interés común y de la categoría “animal”, pero también, a veces, se coloca a ciertas condiciones y sufrimientos humanos en una categoría subhumana o animal en favor de supremacismos. Algo que, con fines antropocentristas, eurocéntricos, patriarcales y capacitistas ha sucedido numerosas veces a lo largo de la historia, cancelando la cualidad humana de aquellxs que somos mujeres, indígenas, negrxs, niñxs, neurodivergentes, con identidades sexoafectivas diversas o sólo todo lo que no se considere un hombre blanco.
Cancelar el dolor humano o invalidar la diversidad humana divergente a la heteronormatividad masculina no racializada y parte de la fuerza de trabajo capitalizada, reproduce la estigmatización de la “otredad” desde un planteamiento colonialista. Exactamente el mismo comportamiento de dominación que se extiende a lxs demás animales. Si se cree que unxs humanxs pueden ser menos que otrxs humanxs es sólo porque se cree que hay algo inferior a la humanidad y sobre esa base se plantean las distinciones. Por ejemplo, trata de recordar algunas veces que has escuchado cómo se demerita la cultura (incluyendo la vivienda o las prácticas de higiene) y el idioma de lxs indígenas de todo el continente americano o de las personas de todos los 54 países de África y se les compara con animales, incluso diciendo que no tienen idiomas sino dialectos, o que no tienen cultura sino folclor. Lo mismo se dice de los idiomas y las culturas de las demás especies de animales en un intento por minimizar todo lo que no sea percibido como los idiomas y las culturas hegemónicas desde la blanquitud.
De manera que participar de distinguir “la otredad” como sistema de discriminación entre humanxs sólo funciona porque se relega a la categoría “animal” a todo lo que escape a la normatividad de dominación. ¿Cuántas veces has escuchado que se minimiza el enojo o el juego porque quienes lo viven “parecen animales”? La comparación sirve como un recurso para estigmatizar comportamientos como si no fueran propios de la humanidad, que en realidad esconden la dominación económica y política donde el enojo juega un papel central en el reconocimiento de la injusticia y el juego es elemental del descanso.
De manera que la discriminación humana tiene una base central en el menosprecio de la animalidad. Podríamos decir que la discriminación humana sólo funciona porque existe el especismo, en primer lugar, desde el cual se piensa que todo lo animal está por debajo de la humanidad.
El segundo problema que veo en un enfoque separatista del sufrimiento de lxs animales no humanxs y de aquel que sufren lxs humanxs es que, desde este planteamiento, se incide en un dilema ético en el que el sufrimiento de unxs se pone por encima del sufrimiento de otrxs, priorizando y menospreciando sentires, condiciones, contextos y formas de opresión. Esta jerarquía sobre cuál sufrimiento es peor que otro entre las especies animales, no sólo es síntoma de discriminación que lleva a fascismos, sino que es, en términos simples, especismo, dado que, desde este pensamiento, importa más lo que atañe a unas especies animales que a otras.
Si bien la lucha antiespecista tiene por foco la liberación animal de lxs animales no humanxs, no comprender o no empatizar con la liberación humana implica ser partícipes o indiferentes de la opresión sufrida por lxs animales humanxs. En la década que tengo como activista antiespecista de tiempo completo he sido testigo innumerables veces de ejercicios y expresiones de misantropía de parte de lxs activistas animalistas (sean veganxs o no), que si bien puedo comprender de dónde viene (dada la frustración que genera la naturaleza dominante y violenta de la humanidad), no comparto ese odio y además me resulta contraintuitivo para la lucha antiespecista, dado que somos otrxs humanxs quienes estamos luchando por otrxs animales no humanxs, por lo que la comunicación efectiva y asertiva es indispensable.
Por otro lado, tampoco comparto la misantropía, pues comprendo que mientras las condiciones del sistema de opresión no cesen no podrá cesar tampoco el especismo, puesto que éste no puede, de ninguna manera, separarse del capitalismo que convierte a todxs (humanxs o no) en explotadxs o en productos, ni del sexismo que busca controlar la reproducción y normativa de los cuerpos (humanos o no). Entendiendo, además, que la rueda de la violencia que se ejerce gira como consecuencia de la violencia que se recibe. De modo que, desde la misantropía no se activa la liberación animal, pero sí se activan los juicios morales y la cancelación de un activismo cooperativo que ejercite el pensamiento complejo.
Además, el bloque antiespecista que está luchando merece apoyo y respeto tanto a nivel colectivo como individual, algo que me lleva al tercer problema que veo en el enfoque que prioriza el sufrimiento de unxs animales por encima de otrxs.
De ninguna manera puede ser estratégico para el beneficio de la lucha antiespecista un enfoque desde el cual se minimizan las condiciones de quienes están luchando. Es indispensable entender que las categorías de raza, género, clase, identidad, capacidades diferentes, entre otras, son coadyuvantes de la comprensión y solución de los problemas de la dominación y opresión, incluyendo la especista.
Por ejemplo, es innegable que la explotación animal es diferente de país a país porque lxs animales que son sagradxs para unxs son productos para otrxs, siendo algo que varía de extremo a extremo manifestando que la cultura, las prácticas de consumo y las condiciones políticas humanas determinan la explotación animal. Pero, también porque la explotación animal que sucede en laboratorios, zoológicos o las granjas terrestres y acuáticas responde a modelos y políticas del norte global que se imponen con violencia en el centro y sur global, principal pero no exclusivamente, dando lugar no sólo a la dominación de los territorios, con todos las efectos ambientales que en consecuencia extinguen animales silvestres y crean enfermedades zoonóticas y sufrimiento para quienes no son humanxs. Así mismo, la mayoría de las granjas del mundo se encuentran en regiones sometidas a las violencias del capitalismo, y recordemos que son las granjas los lugares donde se encuentran el 99% de lxs animales explotadxs en el planeta.
De modo que se puede afirmar, sin miedo a equivocarnos, que es porque existe un sistema político económico y cultural de dominación creado por humanxs que hay consecuencias devastadoras para las vidas de todo lo no humano (y lo humano también).
Dejar fuera el análisis complejo e interseccional resulta simplista y racista, tanto para la humanidad en países que tienen una conciencia histórica sobre la dominación imperialista, como lo es en América Latina y el Caribe, África y algunas regiones de Asia, como para la humanidad viviendo y resistiendo como migrantes en el norte global, que tiene la responsabilidad de reconocer cómo sus políticas han abusado y perpetuado condicionamientos opresivos en el resto del mundo y en sus propios países.
Si bien, en general, los análisis complejos no existen en las regiones norteamericanas del mundo debido al ocultamiento de las estructuras del poder, para quienes vivimos en países con condiciones de constante opresión es mayormente evidente que el problema del especismo es el problema del capitalismo y de la cosificación de los cuerpos. Mientras tanto, en países como Estados Unidos e Inglaterra[4], responsables por la mayoría de las guerras y empresas destructivas en la historia del planeta, por ejemplo, este análisis y responsabilidad se les escapa fácilmente para, en cambio, reducir sus campañas pseudo veganas al problema del consumismo y del compromiso individual.
Cabe decir que, si no fuera el capitalismo y sus políticas económicas imperialistas (que incluyen el racismo) la principal causa del especismo alimentario, no sería tan diferente la dieta “estándar americana” (o imperialista) de la de los pueblos originarios mexicanos, indios o africanos, por ejemplo, donde nuestra alimentación original es primordial y naturalmente basada en plantas.
Contextos populares, dificultades e interseccionalidad en el activismo antiespecista
Un enfoque y práctica que no prioriza las condicionantes de su movimiento político es un enfoque condenado al fracaso. Al final, no sólo es un asunto ético, es un asunto de estrategia también: si quienes luchan están cansadxs, sin medios económicos suficientes, sin salud mental, con estrés postraumático, infravaloradxs y en franca supervivencia, será mucho más difícil sostener una lucha por otrxs, por mucho que lo queramos hacer o por muchas convicciones que tengamos.
La lucha antiespecista no es una lucha desde el privilegio, como muchas veces se ha dicho desde la falsedad al decir que “lxs veganxs son gente rica”, sobre todo cuando se considera que, por ejemplo, en México, el 70% de lxs veganxs[5] somos personas que percibimos menos de un salario mínimo. De manera que, mientras luchamos por la liberación animal, seguimos luchando por la supervivencia propia y por nuestros derechos humanos básicos[6]. Esto es algo que, aunque parezca lógico, para muchxs activistas sigue siendo “un problema” que se desea esconder del movimiento, como si nosotrxs, lxs humanxs, no tuviéramos derecho a sufrir o a expresar dificultades que, además, son creadas por el mismo sistema capitalista que somete a lxs no humanxs.
Es por lo anterior que creo que solo desde la interseccionalidad y el análisis histórico-social se encuentra la respuesta efectiva en la lucha antiespecista y por supuesto, en la lucha por la liberación total[7].
La salud mental, de la que nadie quiere hablar
Comparto un franco reconocimiento a que escribir este texto ha significado en más de un sentido un reto. No ha sido fácil ni rápido. Empezando porque, aunque soy escritora y autora, y tengo una amplia cartera de escritos de acceso público, he tenido una especie de bloqueo en los últimos dos años para escribir textos no ficcionales o que no sean guiones videográficos o sólo breves reflexiones éticas (casi siempre orientadas a lxs activistas antiespecistas y feministas). Esto es así porque me he estado enfrentando a un burnout (o agotamiento) grave debido a mi trabajo como activista. He tardado un año en escribir este artículo y al inicio de su escritura mi capacidad para sentarme a trabajar era casi inexistente, aunque es algo que ha ido mejorando lentamente.
Así que escribir esto representa, no sólo contender con una dificultad capacitista y de salud mental (la consecuencia del activismo) sino con sus causas, que son todas de origen social y por eso, este texto pretende ayudarnos a entender por qué sin cuidado de lxs activistas y sin justicia social el activismo es un riesgo, es impositivo y colonialista, puede ser bastante opresivo y en últimas, si no hay interés social genuino ni conocimiento sociológico, es de poca ayuda al avance del antiespecismo, el veganismo[8] o de cualquier otra causa.
Lo siguiente te lo digo con mucho dolor: nueve de cada diez activistas latinoamericanas que conozco sufren o han sufrido burnout. Algunas de las mujeres que fueron convocadas para participar en este libro no culminaron sus participaciones y mi sospechoso número uno sobre el por qué es que sufrían burnout al momento de recibir la propuesta. También sospecho que tiene que ver con la desconfianza generalizada que sentimos sobre participar en proyectos que vienen de afuera de nuestra región, dado lo común de ser tokenizadas[9] como mujeres latinas o de que se pida nuestra participación gratuita. No casualmente, todas las que supe que no podían concretar la comunicación o la escritura de los textos somos mujeres latinoamericanas viviendo en regiones y/o condiciones con altos grados de vulnerabilidad, algo que muy claramente está invitando a la reflexión sobre los privilegios raciales y el condicionamiento político, económico y cultural del activismo, en una región donde la pobreza, la impunidad y la misoginia son consecuencias claras del colonialismo.
Podemos ver que el burnout es una enfermedad que se repite en tantas y que es síntoma de algo mucho más grande, que detalla las carencias y problemáticas sociales reflejadas en el activismo: El burnout es social. La salud mental es social. Las problemáticas aparentemente personales o individuales son consecuencia directa de las opresiones, así como de traumas de la historia personal en la que participan directamente otrxs, a quienes se puede o no enunciar como violentadores o sólo llamarles “la sociedad”, pues lo que hacemos y lo que no hacemos es aprendido y afecta a otrxs, a nivel personal y comunitario, lo sepamos con antelación o no. De ahí el veraz dicho de que se necesita a un pueblo entero para criar a unx niñx.
El burnout no es reflejo de una problemática personal aislada[10]. Casi nadie trabaja porque le encanta tanto trabajar que no quiere hacer otra cosa. Trabajamos tanto porque hay otras motivaciones, en el caso de lxs activistas: queremos ayudar y estamos muy motivadxs para accionar contra la violencia. Pero, también vivimos escenarios que no elegimos, en los que nos encontramos actuando de “todólogas” o desarrollando (incluso con algo de ayuda colectiva) “shows enteros de una sola persona” porque no hay suficiente apoyo, estructuras o justicia social como para que el trabajo de diez personas lo realicemos diez, así es que una sola acabamos siendo: escritora, editora, diseñadora gráfica, publicista, comunicóloga, pedagoga, abogada, psicóloga, recursos humanos, relaciones públicas, investigadora en campo, documentalista, coordinadora de redes sociales, financiadora y muchas veces: nuestra propia audiencia y porrista.
El norte global que tanto nos jode
A lo anterior hay que sumar algo muy grave que es común del activismo en América Latina: generalmente todo lo anterior (o una buena parte) lo realizamos gratis, y no porque así lo queramos ni porque sea justo. La mayoría de las veces no tenemos tantas capacidades (sobre todo económicas) pero resolvemos los problemas. Sin embargo, estas dificultades suceden porque se ha normalizado el esquema social y económico del capitalismo, en el que no hay lugar digno y basto para el trabajo social ni para el activismo pagado con suficiencia, y mucho menos lo hay en los entornos latinoamericanos, donde a menudo nos enfrentamos a la carencia económica y al racismo estructural que motiva a la tokenización, particularmente de organizaciones no latinas que colaboran con latinxs, que disfrazan su verdadero menosprecio y abusan de nuestro trabajo y nuestra “diversidad”, al grado de llevarnos al burnout y a la vulnerabilidad. Esto sucede mayormente por parte de las organizaciones mal llamadas “globales” y acoto que creo que deberíamos solo llamarlas “gringas” o “multinacionales extranjeras” porque no es como que Latinoamérica, África o Asia no estén en el globo, de hecho, somos la mayoría del globo.
Para todxs quienes no quieren leerlo y para quienes merecemos que esta oración se valide, la diré con más claridad: los proyectos multinacionales extranjeros y las organizaciones estadounidenses, canadienses y europeas (inglesas, particularmente) abusan, tokenizan y son racistas con las personas latinoamericanas.
Además, son profundamente patriarcales, aunque eso no sólo con nosotras las latinas, sino con todxs y no están dispuestas a escucharlo. Quiero resaltar que la oración en negritas no necesita una acotación que diga “la mayoría de” ni tampoco una que diga “no todas las organizaciones” o “no todos los hombres”, sino que es así, incluso (o hasta más) en las organizaciones que se dicen inclusivas y que cubren sus sitios web de fotos de “personas diversas y mujeres” de África y de Latinoamérica, como es el caso de Mercy for Animals, Animal Save Movement y de The Pollination Project, por ejemplo[11]. Todavía hoy, después de las más de dos décadas que llevo siendo activista y de haber colaborado y/o coordinado en el pasado proyectos para una decena de organizaciones multinacionales extranjeras, no he encontrado una sola que no reproduzca el racismo o la misoginia de uno o de otro modo[12].
Empecé a colaborar con organizaciones multinacionales (aquellas que operan con el famoso modelo de “capítulos” con adhesión a una estructura impuesta por un grupo central) hace 24 años, cuando aún era una niña. Empecé con Greenpeace, específicamente. Allí tuve mi primera novatada del activismo y los cómos de lo que se espera de unx activista. Desde entonces he colaborado (y cesado de colaborar) con muchísimas organizaciones y proyectos donde la estructura, el análisis social y la ética fallaban terriblemente, razón por la que reproducen autoritarismos, racismo, apropiación, misoginia y/o proclividad para inducir estrés postraumático por sus tácticas de activismo, como en Animal Save Movement, Climate Save Movement, The Pollination Project, Direct Action Everywhere (DxE), Meat The Victims, Plant Based Treaty, Difusión V, Anonymous for the Voiceless, entre otras. Nombro a estas porque es de vital importancia que no engloriemos nombres o grupos que ponen en riesgo la salud mental y las condiciones socioeconómicas de sus colaboradores.
Si bien no todxs lxs activistas que colaboran con una organización se sentirán representadxs por sus formas problemáticas de operar o quizás no sepan de las afectaciones que las organizaciones han suscitado en el pasado y el presente, o no se identifican con lo que otros capítulos han hecho, algo que cualquier activista necesita aprender es que: esconder las violencias no las cancela, sólo hace más impunes a lxs violentadores, invalida a las víctimas y pone en riesgo a futurxs activistas. Pero también, contribuye a la complicidad y acaba por dar la imagen de un movimiento violento y mal organizado que no conoce sobre derechos ni sobre ética.
La lista de acciones y actitudes reprochables y violentas en las organizaciones antes nombradas es larga. Va desde la violencia sexual, el acoso laboral y sexual, la imposición de proyectos con perspectiva racista y colonialista, la desvalorización del trabajo de mujeres latinas, la cancelación de las luchas populares, el incumplimiento de la entrega de financiamientos económicos tras el desarrollo de los mismos, la cancelación de las voces femeninas y diversas de la comunidad LGBTTTQIAP+, la reproducción de tácticas que inducen a estrés postraumático (como la investigación y acción directa), el control psicológico de lxs activistas, entre otras[13].
Aceptar a todas las organizaciones e incluir a todxs, ¿A quién deja afuera?
Pareciera una ironía, pero no me cansaré de hacer énfasis aquí y en cada espacio de activismo en el que colabore en el futuro que: cuando se incluye a todos, claramente se está dejando afuera a muchas y a muchxs que, para evitar el riesgo de encontrarse con sus violentadores o de aguantar prácticas abusivas, decidirán no ser parte de un espacio porque éste no es seguro para ellxs. Para otras y otrxs que sí se quedan en los espacios con lxs violentadores, el acto mismo de estar desescalando los conflictos y/o constantemente educando a lxs violentadores veganxs para evitar ser violentadxs o testigxs de la violencia sobre otrxs, se vuelve una carga extra a la ya tomada como activistas antiespecistas, por lo que muchxs acabamos eligiendo separarnos de todo espacio que requiera tanto de nosotrxs y que, aclaro: no es nuestra obligación educar al mundo. El mundo tiene la obligación de educarse. De otro modo, lxs vulneradxs somos forzadxs a un rol de tolerancia y responsabilidad sobre quienes actúan sin respeto sobre nosotrxs.
Es imprescindible reconocer que no porque alguien se identifique como “veganx” o porque colabore en espacios de activismo se puede dar por sentado que es una persona no violenta. La violencia entre personas veganas (y hacia personas veganas de parte de no veganas) es real y es brutal. Ser veganx no cancela la misoginia, el capacitismo, el autoritarismo, la inmadurez emocional ni otras formas de violencia que son comunes a la humanidad en general. Entender esto contribuye a que cuidemos mejor de nosotrxs al no construir expectativas irreales sobre personas que no cuidarán de nosotrxs ni del movimiento antiespecista.
Son incontables las veces que me he encontrado con grupos que sostienen problemáticamente la idea de que “todo suma” y que hay que priorizar los números y no la calidad y cuidado de lxs activistas pero también de los objetivos de las campañas. Esto aplica no sólo en términos de incluir violentadores hombres en espacios de activistas, sino también en la inclusión de (o en mantener) violentadores y personas con posturas violentas de otros tipos, como pueden ser: personas autoritarias, narcisistas, clasistas, racistas, edadistas, fascistas, partidistas (en defensa del Estado), conservadoras (en defensa de antivalores que cancelan la identidad diversa y los derechos), misóginas, capacitistas, gordofóbicas, colonialistas, consumistas, contaminantes, con comunicación pasivo-agresiva, LGBTTTIAP+fóbicas, capitalistas, con prácticas patriarcales (mansplaining, grooming, acoso, etc.), que ignoran e invalidan las necesidades y opiniones de otrxs y, por supuesto, especistas.
Incluir en un grupo de activismo (o de lo que sea) a cualquier persona que no quiera firmar y cumplir un conjunto de lineamientos y protocolos en contra de toda forma de opresión (que detallen las diversas violencias para identificarlas) significa no sólo un riesgo para el grupo y sus participantes, sino fomentar la violencia y exclusión contra personas marginadas, vulnerables, que tienen capacidades diferentes o inteligencias críticas. Si todxs caben entonces no es un lugar seguro para todxs.
La única solución que conozco y que, además he visto funcionar una y otra vez, es colaborar sólo con grupos o individuxs afines en valores y que sostengan compromisos con lineamientos y protocolos claros desde el principio, que estén dispuestxs a garantizar el cumplimiento de éstos de parte de todxs, sin importar si algunas personas son mayores, famosas o con recursos económicos que puedan aportar.
La aplicación de lineamientos y protocolos éticos para todxs es indispensable y constituye un filtro que garantiza que quedarán fuera muchas personas que no están dispuestas a firmarlos porque sólo leer sobre feminismo, inclusión o responsabilidad afectiva les genera rechazo, como sucede con nuestros lineamientos y protocolos de 53 páginas de Brigada Animal México sobre valores y procesos horizontales, por ejemplo.
Esta estrategia ha sido fundamental en la construcción de equipos horizontales, proactivos, afectuosos y seguros en Brigada Animal México, el único colectivo con el que colaboro actualmente porque no conozco otros que sean congruentes con la Liberación Total y la No Violencia. Además, en Brigada Animal México realizamos entrevistas online, con un equipo formado por nuestrxs brigadistas, en seguimiento a los lineamientos y nuestros valores, una vez que estos han sido firmados. La entrevista garantizará el diálogo sobre temas centrales y la posibilidad de probar la interacción para saber si hay compatibilidad entre nosotrxs. Las interacciones durante la entrevista son descritas a todo el equipo, quienes ofrecerán sus opiniones respecto a la viabilidad de incluir o no a lx nuevx prospectx en Brigada Animal.
De acuerdo con el análisis del periodo de octubre de 2023 a abril de 2024, sólo 3 de cada 19 prospectxs a brigadistas se queda. El 25% no se queda porque no es veganx, pero la mayoría de ellxs accede a formar parte de nuestro grupo de apoyo para la transición al veganismo y difusión del antiespecismo. Del 75% restante, sólo el 25% de lxs prospectxs pasa al filtro de entrevista tras firmar lineamientos, en la que el 40% muestra valores opuestos a los nuestros por lo que no se le da ingreso a la brigada. Esto significa que como brigadistas parte del equipo y de nuestra afectuosa manada, sólo el 15.7% ingresa, ya que son estas personas las únicas que garantizan un equipo ético y proactivo.
Lo anterior es necesario como medida de preservación, de cuidado comunitario y también del recurso más preciado: el tiempo, pues significa que minimizamos perder tiempo en reclutar, capacitar y convivir con personas que no comparten nuestros valores y que, por lo mismo, representan un riesgo alto y una posible baja de la brigada en el futuro, por incumplimiento de nuestros lineamientos. Cabe mencionar que compartir nuestros valores es compatible con estar empezando a hacer activismo o no saber definir capacitismo u otros conceptos, puesto que, desde la ignorancia y la ingenuidad es perfectamente posible mostrar las inclinaciones e inquietudes éticas de una persona al momento de entrevistarla y hacer preguntas concretas. Dicho de otro modo: no se necesita saber mucho para ser capaces de empatizar y respetar a otrxs.
La necesidad de una agenda feminista
Los lineamientos y protocolos de los que reflexionamos anteriormente, también son necesarios tomando en cuenta que México es el país con más asesinatos de mujeres al día (11) en el mundo (sin considerar a las regiones sobreviviendo guerras y genocidios), por lo que constituir equipos de trabajo no misóginos ni violentos es primordial. Sobre todo, dados los múltiples casos de denuncias de violencias sexuales contra veganas en México de parte de otros activistas, así como el reciente (abril de 2024) caso del feminicida serial Miguel, a quien conocí y con quien asistí a marchas por la liberación animal y otros eventos para veganxs.
Tristemente, la situación de la violencia misógina y sistemática contra las mujeres no es exclusiva de México. Sería maravilloso que no existiera en ningún sitio. Pero, se replica en diferentes escalas y matices en toda América Latina y el mundo[14]. Por eso es vital comprender que: No estamos seguras entre veganos. Estamos seguras en espacios diseñados para ser seguros.
Por otro lado, en México, por ejemplo, aunque no es conocido por el público general, dentro de los entornos de activistas de mujeres y aliadxs es bien sabido que hay diversidad de prácticas de grooming, mansplaining, clasismo y autoritarismos dentro de grupos veganos de activismo, de parte de hombres de todas las edades y también por parte de algunas mujeres mayores de 40 años, que en espacios diversos como Mercy For Animals, Igualdad Animal, la Marcha Contra el Especismo de la CDMX, la Red Veganas Antiespecistas o grupos de activistas autoproclamados independientes someten a activistas a formas de trabajo jerarquizado y abusivo, generalmente, en abuso de mujeres jóvenes, cancelando no sólo la participación colectiva sino vulnerando la seguridad y la buena estima del trabajo colectivo.
También, otra generalidad común, sin importar el país, de acuerdo con mi experiencia, es que en los grupos de activistas no escuchen a lxs jóvenes o introvertidxs, ni a las voces radicales contra la misoginia. También, es común que invaliden la participación horizontal, la crítica decolonial, el acceso a la participación inclusiva y la disidencia política que se aleja de las masculinidades, del partidismo y la tan terrible práctica de endiosar al Estado. Lo anterior lo he visto suceder en diversidad de grupos, algunos incluso que se someten a proselitismos partidistas, incidiendo en violencias que cancelan los acuerdos grupales y colaborativos, como fue el caso de la Red Veganas Antiespecistas.
También, en México, ha habido casos graves de activistas hombres que se han implicado en actividades ilegales con miembros de Secretarías Gubernamentales o partidos políticos, como en el caso de Animal Heroes.
Todo lo anterior es una antesala para comprender mejor los riesgos de ser una activista antiespecista. Pues romantizar el activismo o a los grupos de veganxs puede ser sumamente peligroso y puede culminar en complicidad en relaciones de abuso, que no son evitadas por contribuir a imaginarios falsos de inocencia o liberación en cada persona que elige identificarse como veganx.
Aclaro: el propósito de este texto no es evitar la participación en el activismo, sino el de cuestionar y construir espacios seguros para todxs.
¿Qué significa ser una activista antiespecista latina?
Además de ser alguien vulnerada por la misoginia que sostiene una postura en contra de la violencia y explotación hacia lxs animales no humanxs, ser activista antiespecista y latina significa, en la gran mayoría de los casos (de quienes no contamos con privilegios especiales), convivir (o haber convivido) con riesgos de género, depresión, ansiedad, carencias económicas, aislamiento social y con la acumulación de información que duele, particularmente para quienes participamos en investigación en campo, acción directa y coordinación de campañas.
Ser latina y antiespecista significa convivir con las ya terribles condiciones del colonialismo, la pobreza generalizada, el machismo, etcétera, y agregarle una capa grande de sensibilidad que no se puede apagar frente a la violencia que viven otrxs animales y que queremos abolir o al menos minimizar de algún modo.
Significa toparnos con pared constantemente frente a la imposibilidad de hacer cambios necesarios, puesto que la aplicación de las leyes en nuestra región es un chiste de mal gusto que nunca deja de contarse.
Es del todo preocupante que en un movimiento donde el 70% de lxs veganxs somos mujeres y el 84% de lxs activistas antiespecistas somos mujeres[15], de todos modos, veamos más hombres lidereando proyectos y acciones, usando espacios, siendo apoyados en redes sociales, membresías, Patreons o GoFundMe’s, mucho más que nosotras, las mujeres y personas queer.
Además, una buena parte de las cuentas en redes sociales que crean contenido sobre veganismo o derechos de lxs animales, son coordinadas por (o tienen detrás a) un creador hombre, que comparte contenidos profundamente clasistas, colonialistas, gordofóbicos y misóginos, sin embargo, cuentan con una gran cantidad de miles de seguidores que los apoyan, todo lo cual es muestra de la profundidad de la pobreza ética en torno al respeto entre humanxs, ¿qué tanto podemos esperar del fomento del antiespecismo si este se plantea desde discursos de odio o que relega al veganismo a estándares de dietas gordofóbicas?
Pero, además, de Latinoamérica conocemos muchas activistas mujeres y queer de mentes brillantes que hemos contendido contra todo para levantar y sostener movimientos sociales, que conocemos sobre politizar estratégicamente, radicalizar éticamente los movimientos y desarrollarlos desde la cultura, pero nuestros enfoques se siguen descartando para usar sólo el enfoque clásico neoliberal de medir todo solo con estadística y estar de acuerdo con la agenda de políticxs y ricxs, o sino “no sirve”.
Lo anterior es reflejo de un enfoque bastante usado por lxs políticxs estadounidenses para esconder las crisis y las disidencias, y para acaparar los presupuestos en aquello que no funciona ni es necesario, pero que sí se puede cuantificar y que por eso se ha forzado en el ámbito de las luchas sociales y del condicionamiento de sus valías o financiamiento, reproduciendo, una vez más, colonialismo y discriminación.
Lo anterior también se hace presente en el veganismo con los enfoques bienestaristas, por ejemplo: sobre hacer menos violentas las condiciones del especismo en las granjas de aves, mientras se mantiene el especismo, pero se aplaude públicamente a las empresas por violentar animales, pero ahora de otro modo supuestamente menos feo. Esos enfoques que celebran menos jaulas sólo significan más animales hacinadxs, más riesgos sanitarios y, por supuesto, la misma cantidad de crueldad y explotación hacia la misma cantidad de animales que serán asesinadxs en mataderos.
Todo lo anterior se lee muy terrible y lo es. Y es terrible para quienes lo viven en las granjas y espacios de explotación animal, pero también para lxs activistas que son reclutadxs para el trabajo de investigación en las granjas, con un alto costo traumático que las organizaciones no atienden cuando en la vida futura de lxs activistas el Síndrome por Estrés Postraumático persiste. También este tipo de proyectos tienen un costo altísimo de desgaste para lxs activistas que coordinan actividades que no funcionan y son impositivas, y para lxs entusiastas activistas que participan de todas las investigaciones y/o protestas porque creen que “todo suma” hasta que años después se dan cuenta de que no era así, que dolía mucho y que ahora prefieren exiliarse de la escena activista por salud mental (de éstxs he conocido demasiadísimxs).
Por todo lo anterior es indispensable hacer énfasis en que debemos ser capaces de observar los actos concretos que afectan al bienestar de lxs activistas (otrxs y nosotrxs). Por ejemplo:
- Colaborar con proyectos o personas que tokenizan, utilizan a otrxs, son misóginos, racistas o violentos de cualquier forma.
- Esconder las violencias del pasado, sobre todo cuando no hubo una reparación, pues esto promueve la complicidad, el sometimiento y la reproducción de la violencia normalizada.
- Aceptar colaboraciones o el silencio frente a las violencias, con tal de conseguir recursos. Incluso, frente a la vulnerabilidad económica en Latinoamérica.
- Si colaboro con organizaciones o personas que han violentado a otras, más allá de poder separar mis válidos y valiosos esfuerzos de las acciones de quienes han violentado, ¿puedo preguntarme lo siguiente?
- ¿Cómo puedo distanciarme de las violencias si no asumo la responsabilidad de aceptar las afectaciones que otrxs han cometido y que otrxs han sufrido o siguen sufriendo?
- ¿Puedo cuidar la colectividad y a lxs individuxs?
- ¿Qué repercusiones tiene sobre mi forma de pensar de mí mismx aceptar una colaboración con alguien que ya tiene un pasado violento?
Y atención: que no estoy diciendo que nunca aceptemos recursos de fondeadoras que han ejercido violencias, pues estos son muy necesitados y si están disponibles hay que tomarlos, después de todo, frente a tanta rapacidad imperialista y colonialidad nos corresponden, además pueden dignificar la labor del activismo. Lo que sí estoy diciendo es que, si vamos a aceptar recursos, lo hagamos con plena conciencia y conocimiento si es que hay conflicto de intereses, para que esta conciencia dé lugar a exigir condiciones de colaboración digna, la promoción de valores éticos para la educación de la fondeadora, del público y de lxs activistas y, en el mejor de los casos, que podamos promover la reparación de los daños que otrxs han vivido, o al menos, ofrezcamos ser parte del proceso de validación de quienes vivieron la violencia.
Volviendo al subtítulo del inicio, personalmente, si tuviera que responder ¿Qué siento al ser una activista antiespecista latina que ha sido violentada por organizaciones de activismo? Diría que siento que se han invisibilizado las violencias que vivimos otrxs y yo. Y voy a responder con más detalle a esta pregunta porque muchxs necesitan leerse en las siguientes palabras:
Particularmente, siento que la gente tiende a invisibilizar las violencias que he vivido dentro del activismo porque quieren creer que la violencia no existe o que es una exageración, o que yo soy una superheroína que puede con todo y que debo aguantar, pero sólo soy otrx animal más, que siente y sufre como todxs lxs demás.
Siento que la complicidad en el activismo ha ampliado el círculo de riesgos para otrxs y me parece que hay muchas contradicciones entre lo que muchxs dicen que desean para el movimiento antiespecista y lo que hacen para construirlo.
Siento cansancio de convivir con Síndrome de Estrés Postraumático, tanto el creado por el acoso de empresas de explotadores de animales[16] como por los hombres comunes (incluyendo los veganos)[17], los numerosos episodios en mi vida en los que grupos armados me amenazaron, la incertidumbre de no saber si el lugar en el que duermo hoy despierto viva mañana (como una mujer nómada que vive en un vehículo en México[18]) y porque los proyectos y grupos violentos que yo ya había expulsado de mi vida de vez en cuando regresan para ver si “ya lxs perdoné” o “ya lo superé” y puedo volver a llevar algo de valor a sus proyectos u organizaciones sin contemplar la contradicción y dolor que eso significa para mí[19].
Me siento traicionada y descartada, como si no importara lo que sucedió y cómo nos afectó y afecta aún. Siento miedo de que realmente no sea posible una práctica y vida digna como activistas, una que deje de incluir las violencias económicas a las que nos relegan al trabajar con poco o nulo presupuesto[20] o el ostracismo[21] para no aguantar las violencias ajenas.
Siento que es infravalorado y poco apoyado por otrxs el activismo que hago, pero se espera que lo haga, sin un apoyo mínimo a los derechos humanos ni al menos apoyo moral.
Siento preocupación por ver muchxs activistas pasar de largo de las violencias que otrxs vivimos y aumentar su docilidad, obediencia y/o alianza con grupos que vulneran, siendo incapaces de expresar reciprocidad o empatía.
Entonces, ¿Cómo crear espacios de activismo ético? ¿Cómo sostener a las activistas?
Hay un aspecto indispensable para la sostenibilidad del activismo: el cuidado empático y justo de lxs activistas y para ello hay dos aspectos indispensables para la sostenibilidad de lxs activistas: los recursos económicos y la salud mental. Sin el primero no existe el segundo y sin activistas sanxs difícilmente habrá activismo efectivo.
Vale la pena recordar que las mujeres tendemos a cumplir dos o tres jornadas laborales, a diferencia de los hombres, dado que somos forzadas a desarrollar, además de la jornada laboral asalariada, jornadas de cuidado, limpieza y/o crianza, que no necesariamente son deseadas y que no son pagadas. Además, particularmente para las mujeres latinas y negras, existe una carga sociohistórica impuesta sobre nosotras como cuidadoras, educadoras, criadoras, nanas y/o encargadas de la limpieza, lo que ha promovido un rol asignado culturalmente de asumir que somos nosotras quienes debemos enfocarnos en la manutención de los núcleos comunitarios, sin ser este un rol igualitario y que, por supuesto, reproduce racismo y misoginia por igual. Lo anterior nos deja en vulnerabilidad económica y agotamiento físico y mental.
Sin equidad, financiamientos a proyectos, justicia económica, apoyo emocional y reconocimiento, nuestros activismos no serán sostenibles.
Hagámonos algunas preguntas lógicas: si mi compañera latina activista está preocupada porque no puede pagar el recibo del internet (o la renta o atención médica, etcétera), ¿cómo puedo esperar de ella que trabaje en crear contenidos? O ¿Cómo puedo esperar que ella tenga una vida digna sin preocupaciones económicas para enfocarse en campañas antiespecistas? O ¿Cómo puedo considerarme unx compañerx empáticx y justx si alguien más está teniendo dificultades? ¿Qué puedo hacer yo para ayudarlas?
Hagamos una analogía: los lápices de colores son al dibujo lo que lxs activistas son al activismo. Si una parte no se cuida y no se considera su calidad y cuidado desde el principio, el resultado podría verse de poca calidad o incluso podría no resultar. Incluso el lápiz de color más bonito podría no destacar su calidad si en el dibujo final la mayoría de los otros colores son el típico lápiz que se le rompe la punta todo el tiempo, que lastima al agarrarlo y que su color mancha, raya o rompe la hoja. Es decir, cuidar cada elemento con determinación y cariño, desde el inicio, garantiza que todas las partes tengan justicia en la realización de su rol. Si trasladamos lo anterior a humanxs: ¿Cómo puedo esperar lucidez y efectividad de los proyectos de las activistas latinoamericanas si el movimiento está lleno de violencias? ¿Cómo puedo crear oportunidades para todas si desde el inicio la estructura está diseñada para invalidarnos? Pues no se puede. No se están creando oportunidades en realidad.
¿Cuáles son las soluciones?
- Abolir la misantropía, el racismo, la misoginia, el colonialismo y el capitalismo del veganismo. Ninguna forma de opresión puede ser tolerada para garantizar un activismo antiespecista efectivo. Cuenta como violencia colonialista no apoyar los proyectos en nuestro idioma y nuestra región, o ponerlos en segundo plano frente a grandes organizaciones multinacionales o activistas de otras regiones.
- Reconoce que hay muchas personas vulneradas por los modelos de activismo jerárquicos y autoritarios. Construye con determinación y resiste en espacios comunitarios no jerárquicos que también luchen por la justicia social, que cuiden de lxs activistas, sobre todo de quienes tienen condiciones de marginación y vulnerabilidad.
- Excluye de los espacios activistas a toda persona que incida en ejercicios de autoritarismo o violencia. No tenemos que incluir a todxs. Si incluyes a todxs entonces, con toda seguridad, incluyes a quienes, con sus posturas autoritarias, cancelan y violentan a lxs demás. Si incluyes a todxs, incluyes a lxs violentadores también y entonces se espera que quienes vivimos marginación compartamos el espacio por igual con otrxs que han sido y están siendo privilegiadxs. Si incluyes a todxs, excluyes a muchxs. El problema no es “la inclusión”, sino accionar sobre elegir a quiénes se mantiene en los espacios y a costa de quiénes más.
- Para ello: construye en colectivo (o por tu cuenta si estás comenzando) declaraciones de valores y límites claros para la colaboración, que resulten en lineamientos y protocolos contra la violencia para protegernos y evitar colaborar con potenciales violentadores[22]. Construye espacios seguros para quienes se encuentran vulneradxs y piensan diferente a la norma, así se propiciará inclusividad, cuidado de las disidencias políticas y ejercicios de inteligencia crítica.
- Pierde el miedo a señalar los ejercicios de opresión dentro del activismo. No sólo para que detengas la injusticia o violencia que vives tú, sino para que prevengas que alguien más sufra por la violencia, omisión y complicidad tuya y de otrxs. Enuncia la existencia de conflictos de intereses cuando estos existan.
- Si puedes, dona dinero o recursos importantes para la continuidad creativa que son costosos (como equipos audiovisuales o patrocinio de gastos) a colectivos populares de activistas o a activistas independientes mujeres, con valores interseccionales. Puedes promover rifas, donar porcentajes de ventas de tus productos o recolectar dinero para que otrxs puedan sostener su activismo. Hasta regalarles un café hace mucha diferencia.
- Promueve los valores, cuentas, acciones y contenidos de las activistas latinas interseccionales, sobre todo las creadoras y especialistas con dificultades o poca comunidad de difusión. Esfuérzate por comprender cómo las opresiones se intersectan y afectan directamente a quienes tienes en frente o del otro lado de la pantalla.
- Enuncia tu solidaridad, alianza y cuidado de los grupos y activistas populares y radicalizadxs contra la violencia, que no toleran la complicidad, ni la colonialidad y que por ello no colaboran más con grupos o individuos violentadores.
- Valora el trabajo, esfuerzo, existencia y resistencia de las activistas. Expresa tu interés por el bienestar de las activistas latinas interseccionales y muéstrales tu aprecio por lo que hacen con cariño y respeto. No permitas que nos desaparezcan de la arena pública o colectiva por ser “molestas” o por decir lo que otrxs no se atreven y callan.
- Deja de apoyar, regalar tu colaboración y seguir a organizaciones, cuentas en redes sociales, acciones y campañas veganas de proyectos que han violentado a otrxs, sobre todo si no hubo reparación de daños. Deja de minimizar sus violencias y valorarlxs por encima de otrxs. Eso incluye dejar de promover y convertir en ejemplos a hombres misóginos y racistas como Gary Yourofsky o abusadores sexuales como Moby. Sus palabras sobre el veganismo no son más importantes que sus acciones violentadoras.
- Cambia las caras masculinas que sigues en redes sociales por rostros y enfoques de mujeres diversas que promovemos la educación contra la violencia con radicalidad, así como un enfoque cariñoso por el desarrollo comunitario.
- Cambia el enfoque de proteger la opinión sobre los movimientos de activismo y mejor protege a las víctimas del movimiento que ya existen, escúchalas y aprende de ellas para que no existan más personas vulneradas. Enuncia tu empatía con todxs quienes hemos sido violentadxs por organizaciones.
- Cuida de las y lxs activistas. La salud mental es social, no responsabilidad de cada quien. Construyamos espacios de justicia, cariño y cuidado que no pongan en riesgo a otrxs y que sean posibilitadores del desarrollo individual y comunitario.
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Epílogo
Lo que te he compartido aquí en este texto son las lecciones más importantes que he aprendido en mi experiencia de 24 años de ser activista, como alguien que empezó siendo una niña activista y que no ha parado desde entonces. Hoy hago activismo por lxs activistas también. No fue fácil escribir este artículo y sé que va a molestar a mucha gente que ha violentado con anterioridad y que se ha sentido señalada. Estoy consciente de que puede tener repercusiones negativas. Sobre todo, de aquellos grupos que por sus violencias han sido aludidos. Pero hablo con honestidad y radicalidad, como hubiera querido que hablaran por mí y que no se sostuvieran egos y complicidades. Lo que he aprendido como activista no ha sido fácil y el costo ha sido altísimo, incluyendo haber estado 5 años en un programa federal de protección para activistas.
Por esto y más, más que nunca, pido, por favor, que no nos dejen solas[23].
¡Hasta la Liberación Total!
Lecturas sugeridas
- Brigada Animal México (2020), Artículo “El especismo y la crisis climática”, México. Disponible en: https://brigadaanimal.com/el-especismo-y-la-crisis-climatica/
- Brigada Animal México (2020), Conversatorio “Terapias conversacionales y apoyo comunitario”, México. Disponible en: https://www.facebook.com/share/v/VLnUFsMsoZjC7rbV/
- Brigada Animal México (2021), Artículo “Abolicionismo y anarquía en el antiespecismo”, México. Disponible en: https://brigadaanimal.com/abolicionismo-y-anarquia-en-el-antiespecismo/
- Brigada Animal México (2021), Artículo “Agricultura y especismo”, México. Disponible en: https://brigadaanimal.com/agricultura-y-especismo/
- Brigada Animal México (2022), “Taller de activismo antiespecista y creación de campañas: Cuidado comunitario, creación de lineamientos y protocolos de seguridad”[24], México. Disponible en: https://www.facebook.com/brigadaanimalmexico/videos/1220554205388467/
- Brigada Animal México (2023), Podcast “Salud mental y espacios seguros en el veganismo”, México.
- Disponible en audio en: https://open.spotify.com/episode/4P2S50pob8XPLGWozLz9jk?si=09741f54071745ce&nd=1&dlsi=b34d673ed45a4628
- Disponible en video en: https://www.youtube.com/watch?v=QXOI0F62L30&t=92s
- Brigada Animal México (s/f), “Glosario”, México. Disponible en: https://brigadaanimal.com/glosario/
- Brigada Animal México (s/f), “Nuestros valores”, México. Disponible en: https://brigadaanimal.com/nuestros-valores/
- Sotomayor, Poli (2018), Artículo “Anarquía, feminismo y antiespecismo”, México. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/326211000_Anarquia_feminismo_y_antiespecismo
- Sotomayor, Poli (2019), Artículo “La epistemología de la violencia: el caso del especismo”, México. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/333671195_La_epistemologia_de_la_violencia_el_caso_del_especismo
- Sotomayor, Poli (2020), Conference “Intersectionality and Anti-Speciesism”, Mexico. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/345312599_Intersectionality_and_Anti-Speciesm
- Sotomayor, Poli (2021), Artículo “Hablemos de Burnout y fatiga por compasión”, México. Disponible en: https://polifaceticaenlaweb.com/2021/01/11/hablemos-de-burnout-y-fatiga-por-compasion/
- Sotomayor, Poli (2022), Artículo “Vivir en los márgenes. De cómo abandoné el doctorado y elegí el exilio”, México. Disponible en: https://polifaceticaenlaweb.com/2022/06/10/vivir-en-los-margenes-de-como-abandone-el-doctorado-y-elegi-el-exilio/
- Sotomayor, Poli (2022), Artículo “Mi depresión y nuestra salud mental”, México. Disponible en: https://polifaceticaenlaweb.com/2022/08/05/mi-depresion-y-nuestra-salud-mental/
[1] Este artículo fue escrito como parte del contenido del libro Latinx Veganx: Voices from Abya Yala, que será traducido al inglés y publicado por Lantern Publishing & Media en 2025.
[2] Artista, yogui y activista por la liberación total. Nómada, mexicana, neurodivergente, queer, feminista antiespecista y anarquista. Fundadora de Brigada Animal México, Movimiento Audiovisual de Soluciones en Comunidad (MAS Comunidad) y Polifacética. Socióloga con estudios internacionales en psicología social. Maestría en Comunicación y Política, y estudios doctorales en Ciencias Sociales con acento en Sociedad y Territorio. Desea no ser recordada tanto por lo que ha estudiado como por los proyectos en los que crea contenidos y teje comunidades seguras y éticas para todxs. Ha sido coordinadora global y nacional de campañas por los derechos de lxs animales no humanxs y contra la crisis climática, para diversidad de proyectos con los que ya no participa por diferencias éticas. Encuéntrala en redes (Facebook, Instagram y YouTube) como Polifacética y en www.polifaceticaenlaweb.com para leer más artículos suyos. Escríbele por redes sociales o a escribeme@polifaceticaenlaweb.com. Le dará gusto leerte. 😀
[3] A lo largo de este artículo será usada la “x” en lugar de la “o” para designar los sustantivos, artículos y pronombres como neutros, puesto que normalmente invisibilizan a las mujeres, a las personas no binarias y a las hembras de diversas especies, lo que reproduce sexismo especista, LGBTTTQIAP+fobia y misoginia. Se ha elegido usar la «x» puesto que permite que el/la/le lectorx pueda leerla como guste, sea «o», «a», u «e», lo que no borra la identidad de nadie y nos da a todxs la misma consideración sin la reproducción del sexismo en el lenguaje escrito.
[4] Cabe recordar que los problemas de la opresión capitalista no sólo existen en América Latina, sino que son graves y visibles en cualquier país del mundo, independientemente de las narrativas nacionalistas o de bloques económico-políticos que buscan esconder las consecuencias de la crisis ética, ambiental, política y socioeconómica global.
[5] Este dato es parte del análisis realizado por Brigada Animal México, con base en encuestas segmentadas a la población, tanto en ciudades grandes, como en línea (para dar otro tipo de acceso a la participación), realizadas y publicadas por periódicos nacionales como Reforma y medios digitales de 2019 a 2022.
[6] En mi experiencia trabajando con colectivos populares y activistas antiespecistas en Ecuador, Chile, Argentina, Costa Rica, Colombia, Perú, Bolivia y Uruguay, no hay muchas diferencias en las condicionantes socioeconómicas del activismo en la región.
[7] La Liberación Total es un movimiento en contra de toda forma de opresión, sea hacia otrxs humanxs, como hacia otrxs animales, ecosistemas y valores éticos. La lucha por la liberación total busca extinguir toda forma de violencia y dominación. Este movimiento es compatible con los valores biocentristas, de decrecimiento y anarquistas. Más información al respecto puede encontrarse en los artículos listados en las lecturas sugeridas al final de este artículo.
[8] Anoto ambas, puesto que no son lo mismo, aunque las dos tengan en el centro a lxs animales de otras especies. El antiespecismo es la lucha activa en contra de toda forma de opresión animal, busca abolir el especismo y crear campañas y acciones en apoyo a la liberación animal. El veganismo, por su parte, busca evitar todo consumo de productos de origen animal, desde la alimentación hasta el entretenimiento o la medicina. El veganismo se enfoca en una arena personal y de consumo, mientras que el antiespecismo se enfoca en atacar la opresión especista desde la arena sociopolítica y la acción directa.
[9] El “tokenismo” es un término que se usa para referirse a la inclusión simbólica que consiste en incluir personas de grupos vulnerados en equipos o estructuras primordialmente blancas, masculinas cisheterocéntricas. Es un intento fallido de integración, clásico de las políticas de inclusión en empresas, organizaciones multinacionales, gobiernos, universidades y otros espacios. Estas personas suelen usarse para abanderar campañas o temáticas sensibles, pero sus propuestas y contextos no son tomados en consideración para la organización ni para los objetivos totales de los proyectos. Lxs tokens son percibidxs más como un símbolo representativo que como individuxs con opiniones, agencia política o liderazgo.
[10] Aunque a ella puedan contribuir detonantes de origen orgánico o psicológico. Por ejemplo, la hiperactividad del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) puede contribuir a la acumulación de proyectos en los que participa una persona. O el Síndrome de Estrés Postraumático Complejo, proveniente del abuso infantil, puede hacer que una persona busque activamente ayudar a otrxs para recibir afecto o validación, por lo que encuentra difícil negarse a actividades que acaban por ocupar mucho de su tiempo y agotarle.
[11] De las últimas dos me tocó estar dentro para sufrir el racismo y la misoginia en carne propia.
[12] Y por ello trabajar con Brigada Animal México (que no es una organización multinacional y que sus lineamientos son específicos sobre cómo no reproducir opresión) es un bálsamo y fuente de sanación, inspiración y activismo efectivo sin reproducción de opresiones humanas. Conoce más en www.brigadaanimal.com
[13] No todas estas atroces acciones fueron desarrolladas por todas las organizaciones, aunque sí la mayoría. Pero no voy a hacer aquí un cuadro de lo que sí hizo cada una, pues el acento no está en esas organizaciones, sino en cómo afectaron nuestras vidas como activistas y cómo no contribuyen a un movimiento comprensivo, inteligente y justo.
[14] Durante el tiempo que cubrí roles de coordinación global y regional para Climate Save Movement y Animal Save Movement fueron múltiples las veces que fui contactada para asesorar casos de violencia sexual y misógina en capítulos de activismo en países diversos. También durante los tours de activismo que realicé de 2018 a 2022 en México, con más de 36 sedes, las violencias más recurrentes que lxs activistas reportaban, eran de índole sexual y misógino.
[15] Cabe decir que, históricamente, sin importar la causa, las mujeres han lidereado y han formado la parte más basta de los movimientos sociales, no sólo en el movimiento feminista y antiespecista, también en el ambientalista, el sufragista, contra las guerras, en favor del acceso a la salud pública, en reconocimiento de los derechos humanos, el movimiento LGBTTTQIAP+ y muchos más.
[16] México es el cuarto país a nivel mundial en el que más se asesinan y acosan activistas, particularmente el riesgo es mayor para quienes hacemos activismo por los derechos no humanos (ambientales, de la Tierra y animales).
[17] Esos que me siguieron y gritaron por las calles mientras iba marchando, los que se sintieron con autoridad para aterrarme y tocarme sin consentimiento, los que me mandaron más de 300 mensajes diarios para opinar sobre mi cuerpo y mi papel como mujer en mis contenidos sobre feminismo antiespecista en redes sociales, los que me asaltaron con un arma y robaron mis equipos y materiales de grabación y archivos tras una marcha antiespecista, todos los que han hecho mansplaining porque creen que saben mejor que yo lo que yo quiero decir, etcétera.
[18] No es fácil vivir en un vehículo. Lo decidí así por economía y ética. No tengo acceso constante a los servicios que la mayoría de la gente tiene por derechos humanos básicos y en muchos lugares ser nómada es percibido aún como ser ilegal o extranjerx, lo que me coloca en un riesgo constante.
[19] Algo que ahora mismo me está sucediendo en preparación a mi participación en el Encuentro por los Animales [sic] 2024.
[20] Tales como que estoy cumpliendo más de dos años sin ingresos, aunque mi trabajo creando contenidos pedagógicos, foros comunitarios y coordinando campañas a nivel nacional persiste.
[21] En mi caso por vivir dentro del bosque, alejada de la humanidad, más del 80% del tiempo.
[22] Brigada Animal México en su sección de videos en Facebook y en su podcast (en todas las plataformas) tiene episodios y talleres sobre cuidado comunitario, resolución de conflictos, salud mental de lxs activistas y creación de lineamientos y protocolos. ¡Úsalos y compártelos! Son gratis y puedes encontrar algunos de estos recursos en la sección de referencias al final de este artículo.
[23] Si te gustaron estas reflexiones y quieres ser recíprocx con mi esfuerzo, puedes hacerlo desde este enlace: https://polifaceticaenlaweb.com/apoya-mi-trabajo/
[24] Este taller se había contemplado como una colaboración con The Pollination Project como parte del último Tour por la Liberación de Brigada Animal México, es por eso que aparece su logotipo, sin embargo, los acuerdos de colaboración no se cumplieron por parte de TPP y es importante señalar que esto creó dificultades económicas y emocionales graves para lxs brigadistas. Ahora TPP es un grupo en la lista de organizaciones con las que no recomendamos colaborar.