Monopolios y especismo

El objetivo del sistema económico actual es el desarrollo y la “prosperidad” por medio de la explotación de la naturaleza, la cual, desde el entendimiento capitalista, incluye a lxs demás animales. 

Sin embargo, podemos ver el fracaso del sistema a través de: las crisis financieras, el aumento de la pobreza, los altos índices de desempleo, los fraudes empresariales, el consumo desmedido de recursos tanto naturales como humanos, las crisis medioambientales y la creación de necesidades ficticias de consumo. Esta última es muy grave, pues se ha detectado como uno de los principales factores que impiden superar la pobreza. Por otro lado, el consumo de los cuerpos y productos de la explotación de lxs animales no humanxs es una de esas necesidades ficticias.

Otro indicio de que el sistema económico ha fracasado, es la existencia de  los monopolios, entendidos como los ejercicios comerciales, o incluso culturales, de una empresa o grupo que ejerce una actividad de modo dominante o con exclusividad, lo cual acarrea consecuencias que cancelan libertades diversas. Los monopolios se logran a través de prácticas ilegales que incluyen convenios comerciales, acuerdos gubernamentales corruptos y el ocultamiento de prácticas de producción, distribución y estrategias de comercialización. 

En el mundo actual, la economía se desempeña  mayormente a través de monopolios (sobre todo de materias primas), mediante los cuales se imponen condiciones laborales injustas y prácticas violentas en las diversas fases de la producción. 

Los monopolios propician mala calidad en muchos de sus productos y una amplia gama de estrategias de manipulación desde la publicidad, para minimizar toda crítica o inquietud respecto a la oferta comercial hegemónica y naturalizada. Con esto logran engañar al consumidor y persuadirlo de que su producto es una necesidad básica, a pesar de los perjuicios a la salud que provoca, el daño ambiental o las violencias especistas, racistas y sexistas que fueron ejercidas para su elaboración.

En México, el mayor monopolio de la industria alimentaria que está propiciando violencia al ambiente, lxs animales no humanxs y los derechos humanos es Cargilluna empresa de aproximadamente 150 años de antigüedad que domina los sectores de la agricultura; la alimentación de animales explotadxs en granjas, laboratorios, espectáculos y otros espacios; la industria de la “belleza”; los servicios alimentarios; el transporte de materias primas; la farmacéutica; finanzas y el manejo de riesgos; la explotación de diversas especies de animales para el consumo de humanxs perrxs y gatxs; entre otros.

Cargill es una empresa privada, con sede en Minnesota, Estados Unidos, que ha monopolizado una gran cantidad de producción de bienes y servicios en 70 países, incluyendo México. Ha sido calificada por Mighty Earth y múltiples organizaciones ambientalistas y de derechos humanxs y animales como “la peor empresa del planeta”, debido al gran daño que infringe de múltiples maneras, por ejemplo: a través de la venta de materias primas obtenidas mediante condiciones de esclavitud, la deforestación del Amazonas, el desplazamiento de comunidades indígenas, la contaminación del aire y del agua de los países donde opera y, por supuesto, la explotación y violencia que ejerce sobre otrxs animales, ya sea en granjas y mataderos o asesinando orangutanes por el aceite de palma. 

Cargill es dueña de centenares de marcas, entre ellas Provimi y Purina, además de que tiene el monopolio del suministro de materias primas para SuKarne, Nestlé, Coca-Cola, Walmart, Bafar, Herdez, Maseca y muchas otras empresas más, que son las responsables de los productos mayormente comercializados, lo que quiere decir que, con mucha probabilidad, tienes años consumiendo productos de esta empresa sin saberlo. 

En lo que refiere a la explotación animal, la existencia de monopolios como Cargill, implica que las empresas puedan atenerse a sus propios estándares de “calidad” y de producción, puesto que no están compitiendo sustancialmente contra otras marcas que puedan afectar sus mercados, lo cual significa que maximizan sus ganancias a costo de los estándares de seguridad, derechos humanos, ética, nutrición, etcétera. Todo lo cual explica buena parte de por qué las prácticas de la explotación son tan terribles, pero también por qué son normalizadas, debido a que, por ejemplo, Cargill, quien tiene mataderos, plantas de producción alimentaria y farmacéutica, manipula los sistemas tributarios y escribe sus propias regulaciones con los burós de las empresas que le pertenecen o son sus clientes comerciales, quienes no le dirán que “no” al monopolio que les suministra materias primas. 

Monopolios como Cargill practican impunemente la esclavitud y el especismo, este último mediante la matanza de millones de animales y la normalización de su consumo a través de la oferta de miles de productos obtenidos de la explotación de animales. 

Las empresas monopólicas contribuyen a la creación de una cultura y realidades violentas. Es nuestra responsabilidad llamar a que la población conozca estas problemáticas para hacer posibles cambios estructurales en la economía, que modifiquen las empresas y prácticas comerciales. 

No es suficiente, que desde las prácticas individuales, detengamos nuestros consumos de los cuerpos de lxs demás animales, si continuamos consumiendo productos como proteína de chícharo, maíz, refrescos y otros productos aptos para veganxs pero que son producidos por las mismas empresas que explotan y matan más animales en el mundo. 

Hacemos un llamado urgente al boicot, a la información y a las campañas en favor de modificar las prácticas monopólicas que impiden el comercio justo y ético para todxs, sin distinción de especie. 

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