Si toda la población del planeta adoptara el veganismo como postura ética hoy ¿sería sostenible de inmediato? La respuesta corta es no. ¿Por qué? Pues bien, si bien la alimentación basada en plantas es mucho más sustentable en términos ambientales, ahora mismo, con el actual sistema de políticas públicas y subsidios al especismo, no sería sostenible. En este escenario hipotético, la gente iría al supermercado o al mercado local y encontraría aún mucha más oferta de productos derivados de la explotación animal y además con precios más accesibles, esto es así porque no es lo mismo la sustentabilidad (ciclo de reproducción ambiental) que la sostenibilidad (ciclo de reproducción comercial y logístico) y porque la oferta comercial no depende de la demanda popular (como nos ha mentido el keynesianismo capitalista y otras teorías económicas neoliberales). La oferta comercial depende de las empresas y las políticas públicas del gobierno, que son quienes deciden que sí es apto para la población, en qué cantidad y por lo tanto, cuánto dinero público “en apoyo a la producción comercial” el gobierno otorgará a las empresas para que mantengan sus ciclos de sostenibilidad y ganancias.

Si esto te parece un proceso complejo es porque lo es. Lo que comemos no depende de nuestros gustos y elecciones nada más, aunque nuestros gustos también son inducidos por el mismo sistema. De hecho, lo que comemos depende en mayor medida de la oferta comercial y la competitividad. 

Regresando al ejemplo, si toda la gente fuera al super en ese fantástico día en el que todxs deciden adoptar el veganismo lo que pasaría es que no habría suficientes productos de origen vegetal para todxs y además, sería mucho más caro comprarlos, porque actualmente el sistema comercial beneficia al especismo en el sentido que la mayoría de  los alimentos de origen vegetal son distribuidos mayormente para alimentar a lxs animales presxs en las granjas de explotación animal, pero también, el sistema comercial beneficia al especismo haciendo que la leche, las carnes de origen animal y otros productos derivados de la explotación animal  cuesten hasta ocho veces menos gracias a los subsidios, mientras que comprar algo tan simple y nutritivo como una hamburguesa o tortita de frijol cuesta más o lo mismo que su versión de carne animal y por lo tanto, no logra competir con los productos del especismo.

Para que pueda existir el consumo ético el veganismo debe ser popular y para ello debe existir competitividad comercial a través del cese de los subsidios al especismo y una transición alimentaria que ponga énfasis en el desarrollo de la industria alimentaria cien por ciento de origen vegetal, todo lo cual beneficiaría enormemente a la salud, la justicia social, el ambiente, los ciclos reproductivos agrarios y por supuesto, detendría la matanza de cientos de millones de animales inocentes que merecen su libertad.

Hablar de consumo ético requiere siempre volver a la conversación sobre la soberanía  alimentaria. Y para que pueda existir soberanía alimentaria (como estructura de derechos que permita que una población sea capaz de producir todos sus alimentos de manera justa, sustentable y  además acorde con su cultura), hablar de un sistema alimentario basado en plantas es primordial, pues sólo así puede existir sustentabilidad y al desaparecer la producción que explota animales también se halla sostenibilidad, en el sentido de que los subsidios al especismo, como un apoyo paternalista y asistencialista, podrían ser redirigidos para evitar sus funestas consecuencias en sentido ético, ambiental y a la salud, pero también económico, dado que, actualmente, en lugar de apoyar a que la gente tenga la capacidad de reproducir su sistema económico agrícola, año con año el gobierno les regala subsidios para que puedan “producir” alimentos de origen animal porque es muy alto su costo natural, de manera que lxs campesinxs no pueden hacerlo de manera propia, ni cíclica, ni autónoma y están siempre a expensas de apoyos o de que una macro empresa les absorba como mano de obra, perdiendo toda posibilidad de emprender con dignidad.

Los subsidios al especismo alimentario significan que lxs trabajadores agrarios son dependientes del gobierno (y de las empresas). La alimentación especista no es justa en ningún sentido, también hace daño al sistema laboral. Debemos transicionar, con urgencia, a una producción y consumo ético: el veganismo popular. 

Las organizaciones sociales que acuñaron el término “Soberanía Alimentaria” son claras en señalar que más que un concepto se trata de un principio y ética de vida, que no responde a una definición académica, sino que emerge de un proceso de construcción colectivo, participativo, popular y progresivo, que se ha ido enriqueciendo en sus contenidos como resultado de un conjunto de debates y discusiones políticas iniciadas en el proceso mismo de conformación de la instancia que alberga a las organizaciones campesinas críticas a las actuales políticas agrarias liberalizadoras y de alimentación. (Caro, 2011)

Pero, ¿qué tiene que ver la soberanía alimentaria con la explotación de animales?

Quizás consideremos que el consumo de animales en la alimentación y que la explotación de ellxs en las granjas es algo natural que siempre ha ocurrido, pero no es así. La explotación de animales es un fenómeno impuesto por economías externas a México que ha propiciado diversas afectaciones, no sólo a la vida de cada individux animal, sino a la soberanía alimentaria, es decir, la capacidad de un pueblo o país para producir sus propios alimentos. De manera que la soberanía alimentaria se contrapone a las políticas neoliberales. Donde no existe autonomía no existe la soberanía, de manera que las políticas de los subsidios al especismo están, de facto, cancelando nuestra soberanía alimentaria cuando se da prioridad a sembrar para alimentar animales en granjas por encima de la población humana, pero también cuando se imponen sistemas de producción especista a lxs campesinxs.

La globalización con su imposición de políticas alimentarias ejecutadas por el gobierno mexicano no es justa ni equitativa, ni sus procesos son deseados por todxs lxs agentes que participan en los mismos. ¿Querrían lxs productores de maíz en México ser forzadxs a cambiar sus prácticas para ahora sembrar alimento para las granjas especistas? ¿Estuvimos de acuerdo con la importación de maíz de otros países porque el nuestro se usa para la ganadería? O, ¿querrán las vacas ser forzadas al cautiverio, la alimentación forzada, la explotación sexual y el robo de sus hijxs para que existan los “productos” lácteos y cárnicos? 

Pero, además de ser injustas las prácticas alimentarias especistas, también son anticonstitucionales, puesto que el artículo 4o de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos estipula que “toda persona tiene derecho a una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad” situación que no sucede, mientras sí se otorgan cantidades millonarias de dinero a grandes empresas para “producir” carne y lácteos cancerígenos, huevos y embutidos que provocan enfermedades metabólicas, hipertensión arterial y más, y en general para producir alimentos de los cuerpos de quienes antes fueran individuos y ahora nos dejan su desastre climático por contaminación ambiental, del agua, de la tierra, deforestación, extractivismo y más, producto de la ganadería, la apicultura y la pesca. 

El sistema capitalista, organizado según una lógica de acumulación de capital y de obtención de beneficios, en vez de en una lógica de satisfacción de necesidades para toda la población, beneficia a unos pocos a costa de la mayoría, a través de una serie de estructuras sociales, económicas y políticas que ponen la vida humana y animal al servicio del capital, aumentando las desigualdades sociales, la violencia, amenazando la misma supervivencia humana en el planeta y dejando como resultado la explotación de millones de animales y el resto de la naturaleza.

Además, cabe señalar que, asentado sobre el patriarcado, este sistema se sustenta en el trabajo gratuito de las mujeres y la esclavitud y reproducción sexual forzada de otras hembras de diversas especies, así como en el expolio de la naturaleza, la cosificación y explotación animal, pero desligándose de  su  función  principal  de  alimentar  a  las  personas desde la soberanía alimentaria, por lo que se perpetúa un círculo vicioso que provoca una inexorable dependencia de lxs trabajadorxs de la Tierra a una perversa política de subsidios que el Estado paternalista les provee, imposibilitándoles asi la autogestión, el desarrollo de su autonomía y de sus políticas alimentarias.

El sistema actual dependiente de una política de subsidios, lejos de proteger y estimular la producción agrícola, crea dependencia y desempoderamiento, poniendo en riesgo permanente, también, la seguridad alimentaria. (FAO, 2011)

El especismo y su ocupación del planeta contribuyendo a las crisis

Por  la  magnitud  de  su  impacto,  la  ganadería (incluyendo la agricultura para la ganadería), la apicultura y la pesca, son los sectores con  repercusiones  más  graves sobre  los  principales  problemas  ambientales,  a  todos  los  niveles,  desde el  ámbito  local  hasta  el  mundial. Por lo tanto, es  fundamental considerar las problemáticas alimentarias  a  la  hora  de  diseñar  políticas  encaminadas  a  la  solución  de  los problemas  relacionados  con  la  degradación  de  las  tierras,  el  cambio  climático,  la  contaminación  atmosférica,  la  escasez  y  contaminación  del  agua  y  la  pérdida  de  biodiversidad. 

La  incidencia  de la ganadería  en  los  problemas  ambientales,  así  como  también  su  potencial  para contribuir  a  solucionarlos,  es  decisiva.  Su  impacto  es  tan  significativo  que  precisa  urgente atención. La  ganadería  es,  con  gran  diferencia,  la  actividad  humana  que  ocupa  la  mayor  superficie  de  tierras.  El  área  total  dedicada  al  pastoreo  equivale  al  26  por  ciento  de  la  superficie terrestre  libre  de  glaciares  del  planeta,  mientras  que  el  área  destinada  a  la  producción de  forrajes  representa  el  33  por  ciento  del  total  de  tierra  cultivable.  En  total,  a  la  producción  ganadera  se  destina  el  70  por  ciento  de  la  superficie  agrícola  y  el  30  por  ciento  de  la superficie  terrestre  del  planeta,  sin  embargo,  hay una creciente tendencia a la intensificación y a la industrialización. (Steinfeld, 2009: 20-21)

Cuando hablamos de las famosas “proteínas” hay que preguntarse para quién, para qué, de qué tipo. Las proteínas que genera la industria agroganadera constituyen el 37% de las proteínas que se consumen a nivel mundial, es decir, el 18% de las calorías a nivel mundial, sin embargo, tan pequeño porcentaje representa el 70% de la superficie cultivable del planeta. Entonces, ¿A quién alimenta realmente este sistema? 

La tendencia de la industria alimentaria ha sido minimizar la discusión sobre las problemáticas que ha generado contra lxs productores locales, las agriculturas nacionales, la conservación medio ambiental, la salud de lxs consumidores, lxs animales explotadxs, entre otras temáticas de carácter ético que interesan a la demanda de soberanía alimentaria. Una estrategia central para invisibilizar las problemáticas y construir discursos de éxito publicitarios ha sido la comunicación gubernamental y empresarial que ha desvinculado al consumidor de los procesos éticos para borrar el entendimiento de que las demandas de lxs consumidores son clave en la discusión alimentaria. (Brigada Animal México, 2021)

Y entonces ¿cómo transicionamos hacia las soluciones?

Es urgente reflexionar y problematizar los modelos actuales de consumo, los modos capitalistas y especistas de producción desde un enfoque antiespecista, feminista, ecologista y social.

Además, es justo y pertinente el desarrollo de una red de comercio ético, que articule organizaciones sociales basadas en la producción autogestiva, para lograr una economía alternativa y emancipadora.

Es necesario desarrollar otros modelos de producción que desafíen el caduco, injusto y enfermante modelo de producción y consumo basado en la cosificación y explotación de animales.

Es fundamental reconocer que actualmente la industria y las políticas alimentarias en México (y en el mundo) tienen intereses contradictorios a la ética. La producción agrícola, ganadera y toda forma de explotación animal están reguladas según normas que no favorecen la justicia laboral, ni la justicia social, ni la salud humana, ni animal, ni la agricultura libre de agrotóxicos, lo que daña terriblemente al ambiente y los ecosistemas donde viven miles de animales no humanxs y humanxs, además de dejar de lado la soberanía alimentaria. Esta última, en México, ha sufrido graves daños debido a los tratados comerciales con empresas monopólicas y especistas como Bimbo, Bachoco, Cargill y Archer Daniels Midland, por ejemplo. 

Debemos manifestarnos en contra de toda política y práctica que promueva, facilite y naturalice el especismo en la alimentación.

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Referencias 

  • Artículo 4o de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.
  • Brigada Animal México (2021), Soberanía Alimentaria y Especismo, publicado el 13 de abril de 2021 en la sección “Violencia Especista” en el sitio web de la organización. Disponible en https://brigadaanimal.com/soberania-alimentaria-y-especismo/ (consultado en febreo de 2022) 
  • Caro, Pamela (2011), Soberanía Alimentaria: aproximaciones a un debate sobre alternativas de desarrollo, Publicado por Cloc, Vía Campesina en marzo del 2011 en http://base.d-p-h.info/es/fiches/dph/fiche-dph-8777.html (consultado en febrero de 2022)
  • FAO (2011), La Seguridad Alimentaria: Información para la toma de decisiones, Publicado por el Programa CE-FAO, disponible en: https://www.fao.org/3/al936s/al936s00.pdf (consultado en febrero de 2022)
  • Declaración de Nyéléni (2007), Foro para la Soberanía Alimentaria, 23 – 27 de febrero de 2007. Nyéléni, Sélingué, Mali. Tomado de http://www.nyeleni.org/spip.php?rubrique3 y sus diferentes hipervínculos. Consultado en el periodo octubre-diciembre de 2015)
  • Guzmán Gómez, Elsa (2014), “Soberanía, autosuficiencia alimentaria, campesinos y maíz” ponencia en el IX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Estudios Rurales. “Sociedades Rurales Latinoamericanas Diversidades, Contrastes y Alternativas”, 6 al 11 de Octubre de 2014, México, D.F.
  • Spalding, Rose J. (1985), “El Sistema Alimentario Mexicano (SAM): Ascenso y decadencia” en Estudios Sociológicos, “Los alimentos en la sociedad: aportes al estudio interdisciplinario de la alimentación”, El Colegio De México, Vol. 3, No. 8, (May – Aug., 1985), pp. 315-349.
  • Steinfeld, Henning (2009), La larga sombra del ganado: problemas ambientales y opciones, FAO. 

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