Los mataderos son espacios de reproducción de la violencia, no sólo especista, sino estructural, dado que, en ellos, coexisten decenas de actividades violentas, no sólo para los animales no humanxs, sino para los humanxs también, como son: problemáticas sanitarias, de contaminación urbana, de injusticia laboral y crisis climática que, no sólo afecta a la salud pública, la biodiversidad y la subsistencia de miles de especies, sino a la salud mental de humanxs y no humanxs, y al ciclo de los ecosistemas.

Por otro lado, los mataderos cumplen un papel fundamental en la reproducción y aprendizaje de la violencia, al ser estos centros espacios de normalización de la muerte y abuso sistemático. Es a partir de que conocemos la existencia de estos lugares que aprendemos que hay justificaciones para la mutilación y muerte, desde el discurso capitalista y antropocentrista que daña a millones de animales.

Los mataderos también son lugares nada éticos para los humanxs, debido a que las condiciones de trabajo son riesgosas y antihigiénicas, además de que los salarios son sumamente bajos. Sin embargo, para la mayoría de las personas que trabajan ahí no hay muchas opciones alternativas, pues muchxs de lxs trabajadorxs son personas de sectores vulnerables que no encontrarán trabajo con facilidad en otro lado.

Esta situación existe debido a que las leyes favorecen la vulnerabilidad de estos trabajadores, al tiempo que permiten que, legalmente, existan prácticas peligrosas para los trabajadores y que debilitan su salud mental.

Por ejemplo, muchos trabajadores se enfrentan a un peligro real de perder una de sus extremidades e incluso sus vidas, por las condiciones inseguras del trabajo.

Algunas formas en las que se normaliza la violencia en estos espacios laborales tienen que ver con la observación o participación en golpear animales, colgarles, rayar y/o quemar sus cuerpos, mutilar animales, por ejemplo cortando sus picos, rabos y orejas, así como dar muerte a decenas de animales al día. Esta violencia hacia los animales, también se traslada a los humanxs que escuchan sus gritos, luchan contra ellxs que intentan defenderse y ven sus rostros, por lo que, debido a toda la violencia constante, se enfrentan a estrés grave, que les lleva a que frecuentemente desarrollen enfermedades mentales, como: depresión, ansiedad, pesadillas y/o terrores nocturnos, traumas y frecuentemente adicciones a drogas y/o alcoholismo. Cabe decir que los dueños de los mataderos son, en muchas ocasiones, conscientes de que sus trabajadores laboran drogados o incluso les facilitan las drogas ellxs mismos, pues saben que es el único modo en que una persona podría someterse y someter a otrxs a tanta violencia.

Por supuesto, este ciclo de opresores y oprimidxs contribuye a generar un círculo constante de violencia social, pues la violencia es tal que la mayoría de las veces la repiten en sus casas, con sus hijos, con sus esposas, etcétera.

A pesar de que las normas y leyes actualmente aprueban estas prácticas y las califican como legales o aptas para el «bienestar animal» (que no existe), las prácticas reproducidas en los mataderos son injustificables y deben ser abolidas para facilitar no sólo una adecuada evolución social hacia entornos humanitarios, sino para posibilitar que el especismo que vulnera la vida y dignidad de millones de animales sea abolido y los animales dejen de ser entendidos como objetos y no seres vivientes como nosotros. Los animales no humanxs no existen en función del uso que los humanxs les forcen, ellxs existen para sí mismos y valen por sus personas cada uno de ellxs.

Por otro lado, es debido a las actividades de las granjas y mataderos que existen enfermedades como el Covid-19, debido a que la explotación de animales potencia el surgimiento y proliferación de brotes zoonóticos que por ejemplo dio lugar al H1N1 en México algunos años atrás.

Mientras sigan existiendo los mataderos se seguirán explotando y asesinando animales, al mismo tiempo que la crisis climática se agravará, nuevas pandemias surgirán y los derechos humanos de los trabajadores seguirán siendo vulnerados.

Sin importar su especie, cada animal siente, se comunica y quiere vivir. Déjales fuera de cualquier práctica violenta, empezando por tu plato y vestimenta. De este modo contribuyes al cierre de los mataderos.

¡Hazte vegan! Por justicia y congruencia.

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