Testimonio anónimo de una veterinaria ex trabajadora de la industria del huevo industrial en México.

“Hay dos tipos de razas de pollo: una es para producir huevo y la otra para producir pollo para comida. El pollo para huevo: las hembras, al ovular, producen el huevo, sin fertilizar, por lo que, cuando nacen pollos machos para huevos no sirven y se los mata de la peor manera: triturándolos o asfixiándolos. Una vez con sólo las gallinas: la suerte de éstas, al estar vivas, es peor a la de los machos muertos por las siguientes razones: se meten, pequeñas, en una jaula para que se la pasen ovulando durante 2 o 3 años, sin descanso. Todas las gallinas viven en batería con luz 23 horas al día y comida 23 horas al día. Sólo las dejan dormir 1 hora al día. Todo ello para que estén ovulando constantemente. Es terriblemente estresante para ellas este ritmo al que las someten durante toda su vida productiva. Poner 1 huevo diario no es natural para una gallina y lo hacen en esta industria.

Las jóvenes ovulan mucho en su primer ciclo. Luego de que “la pelecha” la hacen de manera muy rápida porque las obligan a ello, se ponen a reproducir en su segundo ciclo. Para que “pelechen” rápido tienen luz las 24 horas al día y cero comida. En los años en que están produciendo huevo, a las gallinas se les deforman las patas y se les rompen las alas. Después del segundo ciclo, las matan porque ya su producción empieza a ser muy pobre.

Las gallinas para comercializar la carne: para que nazca un pollito, el macho debió haber “pisado” a la hembra por lo que, en esta industria de la pechuga, el muslo y demás partes carnosas, los machos se la pasan pisando hembras todo el día. Y los huevos se incuban una vez fertilizados, es decir, se los quitan a su madre, la gallina. En la incubadora tarda 19 días en nacer. Seleccionan a los mejores y, a los que no, los trituran (que es lo mejor que les puede pasar porque la vida de un pollo de engorda es terrible).

El macho crece más que la gallina y son los amarillos que la gente conoce. Crecen más rápido y tiene más músculos. A las hembras se las mandan a granjas para hacerlas “alitas” y demás productos donde se necesitan pollos más pequeños.

En las granjas de pollos de engorda hay mucha higiene por bioseguridad pero nunca, nunca, por bienestar animal sino sólo a favor del ser humano.

La caseta está limpia y caliente; en el agua les ponen medicamentos y vacunas. Pero, también como en el caso de las gallinas para huevos, están 23 horas al día comiendo. Los pollitos nacen de 45 gramos aproximadamente y, a base de este método, llegan a pesar 2 kilos 800 gramos en tan sólo 7 u 8 semanas ¡una barbaridad! Todo lo que desarrollan son muslo, pechuga y pierna. Los órganos internos se les atrofian y, conforme van creciendo, se van hacinando en las casetas. Esto sirve para que no se muevan, no quemen grasa ni masa muscular lo que les deforma las patas y los hace que no puedan respirar. La luz y comer 23 horas al día es terrible maltrato animal.

Tanto los veterinarios como los trabajadores de la granja son completamente insensibles al maltrato animal. Los veterinarios están para cuidar la salud humana y no la de los animales. Los trabajadores son brutales con ellos.

A veces llegan los veterinarios y matan, al azar, dos o tres pollos para inspeccionarlos y ver que todo el conjunto esté sano.

Cuando los vacunan es terrible: en un día de trabajo, llegan a vacunar hasta 20 mil pollos, lo que significa que los tratan como si fueran cosas a granel, cosas desechables. A los machos los matan 7 u 8 semanas después (una vez gordos) y a las hembras antes.

En el rastro: el último paso.

Los trabajadores agarran de las patas a los pollos, muy pesados, y los ponen en una jaula, lo que les provoca, a veces, fracturas. Este proceso se hace de noche. Los avientan a las jaulas sin piedad de que se lastimen. De esta manera mueren muchos o llegan al rastro muy lastimados.

En los rastros de Inspección Federal, que son de los menos malos para la salud humana, no para el bienestar animal.

Los pollos, al caer de las jaulas en los que los transportan, caen en una banda y los cuelgan de las patas otra vez (estos procedimientos los hacen, muchas veces, mujeres). Les ponen agua con sal para que, más adelante, unas planchas de metal los aturdan. Una vez aturdidos, les cortan la yugular y esperan a que se desangren. Se supone que, en el mejor de los casos, cuando llegan a la escaldadora (agua hirviedo) ya están muertos, pero a veces no y mueren en esa agua hirviendo. Después se les quitan las plumas.

En la matanza pueden estar fracturados, muertos de frío, a veces mueren aplastados, o no estar del todo aturdidos. Y los veterinarios sólo están para asegurar que la carne no le vaya a hacer daño al ser humano, nunca están para velar por el bienestar de los animales. Y esto pasa en todos lados.

Con respecto a los huevos de gallina “de libre pastoreo”, se produce muy poco por eso es tan caro. No corresponde ni al 1% de la producción total. Yo no sé dónde están esas granjas donde, según esto, están libres. Yo no las conozco.”

Anónimo

Importante: en esta nota se ha respetado el lenguaje de la entrevistada y estamos agradecidos con su testimonio, sin embargo, en Brigada Animal México estamos en contra del uso de los términos «bienestar animal» y «maltrato», debido a que el primero es un término que está en favor de la explotación animal bajo ciertas normas de «cuidado» del «producto», que no distinguen ningún derecho o libertad de los animales, mientras que el segundo término: «maltrato», alude a que lo que está mal es el trato y no la explotación, uso, esclavitud y relaciones especistas sobre los animales.

Nuestro lenguaje es importante porque normaliza y reproduce la violencia o puede señalar los ejercicios contrarios a la ética. Para abolir la violencia especista el lenguaje que usamos juega un papel fundamental.

 

La explotación de todxs lxs animales debe ser abolida. Únete a la lucha por la liberación animal.

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