Existen muchas formas en las que los caballos son explotados para entretenimiento, desde deportes ecuestres, cacería, ferias, fiestas charras, hasta degradarlos como payasos en fiestas infantiles.
La mayoría de las veces los caballos son montados para realizar actividades específicas y entretener a lxs humanxs. Puede que los obliguen a correr, saltar, ser escudos para cornadas en las corridas de toros y hasta bailar. En todos los casos los caballos son “domados” para obedecer las órdenes de su jinete, despojándoles de su autonomía y de su libertad como individuos.
Montar a caballo es una de las formas más antiguas de explotación. Se cree que se remonta a varios milenios entre las tribus nómadas que ocupan la actual Mongolia.
Para que un animal ajeno a nuestra especie acepte ser montado por un humanx, aunque sólo queramos dar un paseo por el campo y no busquemos participar en espectáculos ecuestres o en carreras, se precisa obligatoriamente un proceso de doma, que se define como el conjunto de acciones humanas encaminadas en obtener la completa sumisión y obediencia del animal no humanx, para así poder emplearlo a nuestro servicio. Desde un punto de vista biológico, no resulta normal o esperable que una especie obedezca a otra. Y, desde un punto de vista ético, supone la negación de su voluntad y de su libertad por nuestro egoísmo y antropocentrismo.
Los caballos empiezan a entrenar o, incluso a competir, cuando sus sistemas óseos todavía están en desarrollo y no están preparados para responder a las presiones de la competencia corriendo sobre una pista dura, a altas velocidades o realizando posturas para las cuales biológicamente no están preparados.
Para que un humanx pueda montar a caballo y pueda mantener un mayor equilibrio se necesita una montura: la silla de montar y el freno. Sea cual fuere la clase empleada, toda silla ejerce un peso extra sobre el cuerpo de equino, a pesar de que la fatiga se vea contemplada, en parte, ante una protección incrementada frente a la fricción y las rozaduras.
De acuerdo con ciertos estudios realizados recientemente, el peso del humanx medio basta para provocarles hipoxia a los tejidos subcutáneos propios de la región dorsal donde se asienta el jinete apenas unos 20 minutos después de iniciar a cabalgar. A partir de 25 minutos pueden producir isquemias y pequeñas roturas de fibras musculares. En consecuencia, el caballo comienza a sentir cosquilleos y punzadas crecientes a lo largo de las horas.
A los efectos de montar a caballo se le añaden los producidos por otros instrumentos de castigo como las fustas y las espuelas. Cabe señalar que este castigo responde a un propósito antropocéntrico derivado de la cosificación del individuo.
Aún prescindiendo de frenos, sillas y otros implementos, lxs humanxs ocasionan diversos malestares y dolencias por montar a caballo o ejercer otras formas de explotación ecuestre. Hasta la fecha existen múltiples documentos que exponen estos datos y muestran gráficamente cuáles métodos perniciosos se emplean en hípica para dominar a los caballos.
En el mundo de la explotación equina para entretenimiento impera el sufrimiento. La triste realidad refleja que los caballos sufren muchísimo durante las fases de la doma, no sólo psicológica mente, por los cambios radicales sobre su entorno y costumbres, sino, además físicamente debido, en gran medida, al uso y sobreuso de todo tipo de instrumentos cada cual más atroz que el anterior.
Montar a caballo, una de las forma de explotación ecuestre más usuales, es una actividad que, curiosamente, no despierta tantas pasiones en contra como otras formas de explotación animal. Quizás se debe a que no conduce a la muerte directa del animal (aunque la mayoría terminen en un matadero) y a razón de que se produce una racionalización moderna de un mito antiguo heredado, consistente en la falsa creencia de que los caballos mantienen algún tipo de vínculo especial o mutualista. Este no es el caso de ningún animal que convive con seres humanos porque ellos son vistos como pertenencias, es decir, como esclavos.
La mayoría de los caballos son explotados en una actividad que les genera recreación o lucro a otrxs y no ellxs y, en definitiva, mantienen una relación de utilidad. En el pasado la utilidad era la guerra y el transporte, en la actualidad, es el entretenimiento y el lucro por actividades ecuestres asociadas al deporte o al turismo.
Es imperativo dejar de participar de actividades que involucren la explotación de los caballos, ya sea en los mal llamados “deportes” ecuestres, ferias, circos o cualquier otra actividad que represente esclavitud y violencia.
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Referencias