La comunicación es una de las prácticas sociales más complejas que existen y es debido al lenguaje y a las múltiples formas en las que éste se reproduce que aprendemos, comprendemos, reproducimos, rechazamos ideas o nos apropiamos de ellas. Es mediante la socialización y el lenguaje, que normalizamos interacciones, como las que tenemos con lxs demás animales.
El lenguaje está cargado de poder y constituye una forma de dominación. El idioma español, particularmente, está lleno de referencias y reproducciones de violencias diversas, como lo es la violencia especista. Entendemos por “especismo” la discriminación y violencia de parte de lxs animales humanxs hacia lxs demás animales.
El discurso global hegemónico, sin importar latitudes, culturas ni moral, reproduce el especismo en mayor o menor medida, al otorgar lugares sociales, categorías y/o comparaciones denigrantes a unxs animales por encima de otrxs. Por ejemplo, es por el lenguaje especista que se reconoce a zorros y águilas dentro de categorías positivas cuando se dice de un humanx que “es tan astuto como un zorro”, mientras que a cerdos y ratas se les coloca dentro del espectro de las representaciones sociales donde el nombre de estxs animales es usado como sinónimo de adjetivos calificativos peyorativos. Además, el especismo, desde el lenguaje, se intersecciona cuando se añade la violencia misógina, que hace del uso de las palabras “zorra” o “perra”, adjetivos calificativos con carácter negativo, contrario a las expresiones masculinas “zorro” o “perro”.
El lenguaje es mucho más que un reflejo de nuestra cultura y valores, pues construye la realidad social a partir de las prácticas sociales y discursivas. Es por esto que, el discurso especista, busca esconder la idea de que lxs humanxs somos animales, aunque lo seamos; y de que las “personas” somos quienes tenemos personalidad e intereses propios independientemente de la especie, para así borrar a las personas no humanas de la consideración humana.
La despersonificación de otrxs animales contribuye a la idea de que lxs no humanxs son cosas, esclavxs, productos o sujetxs carentes de comprensión, derechos o intereses personales. El lenguaje especista delimita, silencia voces y categoriza especies animales en favor de su subordinación. Todo lo cual es un recurso cultural para la reproducción del especismo, desde la cosmovisión antropocentrista y capitalista.
Los eufemismos, tanto como todo lo no dicho, son también recursos que, desde el lenguaje, se utilizan para normalizar la violencia y esconder todo aquello que pueda incomodar moral o éticamente. Algunos ejemplos de eufemismos, que utilizan las industrias especistas y que han sido apropiados y reproducidos por cualquier usuarix del español en la cotidianeidad, son las palabras: “extracción” o “recuperación”, en lugar de “secuestro”; “inseminación”, en lugar de “reproducción sexual forzada” o “violación infantil”; “bienestar animal”, en lugar de “regulación para la explotación de animales”; “productos lácteos”, en lugar de “procesamiento de la leche materna robada”; y “crianza animal”, en lugar de “individuxs forzadxs a la reproducción sexual y al cautiverio”.
Además de los eufemismos, existen usos menos explícitos de palabras o frases que dentro del lenguaje reproducen el especismo, como lo es, por ejemplo, la cuantificación por peso, en lugar de por individuxs o personas no humanas, o el uso del nombre de la especie en singular o en categoría alimentaria, para así potenciar la despersonificación, como sucede cuando se dice: “40 kg de camarón fueron extraídos” en lugar de decir “240 individuxs camarones fueron secuestradxs, asfixiados y asesinadxs”; o cuando se dice “4 toneladas de res” en lugar de “6 vacas”.
¿Por qué es necesario ocultar significados y mentir? Porque la comunicación siempre tiene componentes emocionales, tanto desde le emisor y le receptor de los mensajes, como en los mensajes mismos. En el caso específico de la violencia hacia lxs demás animales, la reacción humana ante el sufrimiento y el dolor de otrxs suele, por naturaleza, ser empática, causando culpabilidad o la búsqueda por cesar la violencia que otrxs experimentan. Estas emociones son las que se busca mitigar.
Si la comunicación fuera honesta y veraz en todo momento respecto a la explotación de lxs animales no humanxs, no habría modo de justificarla y la culpa, la incomodidad y/o la repulsión serían las emociones predominantes en cualquier persona que conozca los procesos de la explotación de otrxs. Por ello, los mecanismos para inhibir estas emociones son, por un lado, ocultar las realidades y, por el otro, elaborar y popularizar narrativas falaces y antropocentristas que, mediante el lenguaje especista nos condicionen a separarnos como especie para así impedir la culpa por la discriminación y/o explotación de otrxs seres conscientes y sintientes.
Supera la cultura especista desde el lenguaje y desde cualquier otra forma de injusticia para lxs demás animales.
¡Descoloniza tu lenguaje! Y ¡vive en el veganismo!
Referencias
- Forte, Diego L. (2019), “La historia social de los animales” en Diego L. Forte (compilador) (2019), Lenguaje y biodiversidad: nuevas perspectivas para viejas desigualdades, 1a ed., Buenos Aires, pp. 21-38.
- Murguía Cruz, Nélida (2019), ““Somos la voz de los que no tienen voz” Representaciones dominantes y alternativas sobre los animales”, en Forte, Diego L. (compilador) (2019), Lenguaje y biodiversidad: nuevas perspectivas para viejas desigualdades, 1a ed., Buenos Aires, pp. 69-82.
- Sotomayor, Poli (2019), La epistemología de la violencia: el caso del especismo. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/333671195_La_epistemologia_de_la_violencia_el_caso_del_especismo