Entremos en contexto

Todavía hasta mediados del siglo XX, la dieta se basaba en el consumo de cereales, legumbres, aceites, frutas y hortalizas de temporada, mientras que el consumo de animales como alimentos estaba reservado sólo para aquellas clases de mayor poder adquisitivo. Lo anterior es algo totalmente contrario a lo que sucede en la actualidad, en la que ha descendido el consumo porcentual de alimentos como cereales y papas, mientras que se ha duplicado el consumo de carne obtenida de la explotación animal, así como de leche y derivados del uso de lxs animales. El aumento de este consumo tiene todo que ver con los subsidios del gobierno a estos “productos” que, de otro modo, no tendrían un costo accesible para la mayoría de la población dado que sus costos de elaboración no son sostenibles.

Estos subsidios son muestra del industrialismo y capitalismo que, con esfuerzos implacables, continúan asegurando los intereses de lxs privilegiadxs del sistema, mediante el comercio y la explotación de todas las partes que intervienen en el proceso de producción, como son lxs empleadxs, quienes afrontan duras condiciones de trabajo y de vida, así como efectos tóxicos a la salud, causados por el actual sistema centrado en los productos obtenidos de la explotación de animales.

Este tipo de producción alimentaria, a su vez, es la causa generalizada del deterioro del entorno natural, al causar destrucción de hábitats y el asesinato de las especies que en ellos habitan.

Cabe decir que, lxs principales afectadxs por el sistema alimentario son lxs animales destinadxs para consumo, quienes se encuentran presxs en las granjas, donde día a día sufren verdaderas pesadillas.

Las principales víctimas

Lxs animales no humanxs son instrumentalizadxs y convertidxs en simples recursos dentro de este sistema explotador que debe ser abolido, puesto que es un sistema que falla en no reconocer un principio ético crucial: que todos lxs seres sintientes tienen valor inherente, cada unx se sujeta a la vida y cada unx es consciente de sus intereses, incluyendo la evasión del dolor, sufrimiento y muerte causado por lxs humanxs.

Un total de 70 billones de animales explotadxs en las granjas son forzados a la reproducción y cautiverio anualmente alrededor del mundo, quienes sufren atrocidades toda su vida hasta su asesinato. Por ejemplo, a las vacas y toros se les descorna, se les castra, se les inyectan hormonas y antibióticos, se les rocía con insecticidas y en muchas ocasiones viven en contacto con sus heces y los químicos que éstos emanan. Todo esto sucede hasta que son conducidos al matadero, para ser cortadxs en numerosos trozos, que serán comercializados. Este mismo ritual se repite para lxs pollxs, lxs patxs, lxs cerdxs, lxs ovejas, lxs pavxs y otrxs especies, todas sujetas a la misma línea de horror.

El poder del sistema alimentario

La solución por la que el sistema alimentario ha optado es esconder la realidad, al explotar fuera de la vista a éstxs animales y usar el arma que mejor ha funcionado: la publicidad engañosa.

Lxs consumidores viven engañadxs con la falsa idea de que la “carne” es esencial para una buena salud, que es una fuente indispensable de proteína y otros nutrientes, y que el vegetarianismo y el veganismo son modas ridículas y peligrosas.

Otra mentira de la publicidad es que lxs animales explotadxs en las granjas se les trata con los mejores cuidados, o que criticar la adicción a la carne es actuar como “dictadores”. Todo lo cual cae en falacias de diversos tipos.

Organizaciones como la Asociación Nacional de Ganaderos y el Instituto Americano de la Carne, refuerzan esta idea de esta dieta “amigable” para hacer creer que los productos de la explotación de animales son la ruta para una verdadera salud y un signo de prosperidad. Mientras tanto, las abundantes evidencias científicas abogan por lo contrario. Desafortunadamente, los hábitos alimenticios familiares conviven con el reforzamiento diario de los medios corporativos.

Como otros comportamientos destructivos, el consumo de carnes de origen animal, lácteos y huevos, está incorporado en nuestras relaciones sociales y pensamientos ideológicos, desde sistemas de dominación, pero nosotrxs, como consumidores, tenemos el gran poder de hacer cambiar el sistema alimentario, con un simple cambio de hábitos.

Por ética y justicia ¡adopta el veganismo como práctica ética y política!

Referencias

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